Batalla compostal: resistiendo las ganas de envenenar
Cristina Aguilera Ochoa
Estoy descalza trabajando en el comedor desde la compu. Decido tomarme un descanso y llevar la basura orgánica a la composta. Me pregunto si me encontraré alguna amigable lombriz roja. Qué raro, está un poco abierta, creí haberla cerrado bien. Primero separo la caja de arriba y la pongo en el piso. Luego quito la tela, es para que no se caliente tanto y sea cómoda para las lombrices, pero UNA RATA ME ENCUENTRO UNA PINCHE RATA Y GRITO Y SALGO CORRIENDO Y DEJO AHÍ TODO TIRADO. Luego tengo una junta, y ya cuando regreso a la composta no está la rata y pongo la basura en su lugar. Me devuelvo y googleo si a las ratas les gustan las compostas y google me confiesa que A LAS RATAS LES ENCANTAAA LA COMPOSTA.
Días antes me había burlado de mi madre. Estábamos en el curso de huertos, donde hay una composta enorme. En el curso, además de enseñarnos acerca de los huertos, nos recalcaban el valor del compostaje. Mi madre le dijo al maestro Ralph que si le salían insectos no le importaba, pero si le salía una rata iba a gritar como loca, y yo de “ay mamá qué exagerada”. PERO NO. TIENE RAZÓN. Para colmo, mi batalla compostal sigue porque luego llegan larvas de moscas a las cuales NO QUIERO EN MI COMPOSTA. Y me acuerdo de Mao.
La hambruna no era poco común en China entonces, por diversas causas. Cuando gana el partido comunista Chino, Mao, su líder, implementa un “plan de cinco años” para mejorar e industrializar el país. Consiste en invertir en fábricas estatales que producían tractores, máquinas, fertilizante químico, etc, con la ayuda de ayudantes soviéticos. Empieza la colectivización de tierras entre los campesinos. Este plan tiene éxito. Posteriormente, se dedica a implementar su segundo plan de 5 años.
Es 1958 y Mao quiere resolver el hambre y seguir empujando la industrialización en China. ¿Ambicioso? Tal vez. Pero tiene muchas ideas. Las pone en su proyecto enfocado en las masas campesinas, se llama EL GRAN SALTO ADELANTE. A través de este, quiere lograr la “utopía comunista” a través de “la unión, el trabajo físico y la voluntad” de sus participantes. En esta utopía, las comunas serían autosuficientes en su agricultura, industria, gobierno, educación y salud. También pagarían los gastos para industrializar China y se convertirían en los mayores productores de acero.
Una de esas ideas tiene que ver con lo que considera PLAGAS que ARRUINAN LAS COSECHAS o TRANSMITEN ENFERMEDADES. Ya que hablamos de hambre, nos enfocaremos en su plan en cuanto a las cosechas. ¿El enemigo? Se llama GORRIÓN MOLINERO y se come las semillas, por lo cual es el culpable, en parte, del hambre del pueblo chino. El plan es tedioso, pero sencillo: hay que deshacerse de los gorriones. Se impulsa a los ciudadanos a unir sus esfuerzos. Si ven un nido, lo pueden destruir. Si ven gorriones, les lanzan rocas, los cazan. Quien más cace, más heróico será. ¡Es una actividad para toda la familia! Un método efectivo consiste en hacer ruidos con las cacerolas para espantarlos, que no puedan aterrizar, y que se desplomen exhaustos. Por último, se utiliza veneno, sólo para estar seguros. ¡Felicidades! Casi se exterminan los gorriones en su totalidad. El esfuerzo de la gente fue efectivo. Pasemos de año, ahora es 1959. Empieza la GRAN HAMBRUNA CHINA. Ya nos deshicimos de los gorriones, pero resulta que no sólo comían semillas. También comían insectos. Comían y controlaban la cantidad de LANGOSTAS, nuevo enemigo de la revolución. Las langostas, el insecto, se comen las cosechas de manera descontrolada. Hay que matarlas. Más veneno. Ya no hay comida.
Mueren de 15 a 45 millones de personas en esos tres años. En un punto, le dicen a Mao que la gente se está muriendo, pero en lugar de abrir las reservas (como han hecho gobiernos anteriores en momentos de crisis), éste dice (en privado) que es parte del plan revolucionario y los deja morir. Mientras tanto, públicamente se niega el hambre mediante campañas de propaganda. La práctica de pesticidas siguió por no ser la mejor en China, llegando a la época actual, en la que las personas tienen que polinizar a mano porque el clima no es apto para las abejas. Al mismo tiempo, para llegar a los irreales propósitos industriales del Gran Salto adelante, hubo mucha deforestación y explotación de los recursos naturales de China.
No solo fue por malas prácticas que falló El Gran Salto Adelante: también hubo persecución política a quienes criticaron el plan, purga de intelectuales, ingestión de sustancias tóxicas en busca de comida, un gran desequilibrio ambiental, y en las situaciones de hambre más extremas, canibalismo.
Ralph, nuestro maestro en la clase de huertos, nos habla de las plagas. El término se popularizó luego de la revolución industrial para denominar aquello que no le hacía bien a las cosechas. Pero en realidad, es un término humano. No es que un animal sea “malo” o “bueno”. Por ejemplo, nos cuenta que las ratas de ciudad solo son un problema porque son ratas poco saludables y por eso esparcen enfermedades (a diferencia de animales saludables o bien alimentados). Pienso, pero no lo digo, en humanos poco saludables y cómo también esparcimos enfermedades. Varias veces el desequilibrio natural lo generamos los humanos; pienso en la moda de las ardillas mascotas que luego pasó de moda y ahora hay exceso de ardillas, o en la moda de traer árboles decorativos y plantarlos, cambiando los ecosistemas inadvertidamente. Nos explica Ralph que la fauna y flora están donde se cumplen sus condiciones necesarias para vivir. Si prestamos atención a sus características y necesidades, podemos entender qué hacen ahí. Otra manera de decirlo es que se quedan donde están a gusto.
En cuanto a las ratas, es un asunto difícil. Les encanta la composta en todos sus estados. Lo más fácil es tenerla cerrada. Lo segundo es poner trampas para ratas, cazarlas, tener un perro o un gato, o poner obstrucciones en sus guaridas (como vidrios rotos). En mi casa optamos por cerrar la composta y poner las trampas, pero lo de las obstrucciones no resultó porque a mi mamá le parece muy cruel.
Entendí que creamos más basura de la que consumen las lombrices rápidamente. Tenemos tres compostas pequeñas, y a una le metí los exámenes de física de los alumnos de un amigo. Decimos que al comerse esos exámenes, se volverán muy inteligentes. Tengo un nuevo ídolo llamado señor de Red Farms que echa en sus compostas gigantes “todo lo que estuvo vivo” y le va bien. Pero son enormes. En la Ciudad de México hay varias plantas de compostaje, pero no son suficientes para la cantidad de basura generada en la ciudad y muchas no funcionan de manera eficiente. Las compostas pequeñas que tengo en casa se vuelven anaeróbicas, o sea, sin aire, cuando quiero que sean aeróbicas, pero no se puede, por el ambiente cerrado en el que las tengo y la humedad que ha habido en casa.
Ahora tienen unos nuevos visitantes indeseados. Larvas de mosca, viscosas, dejan un líquido blanco. Leo un poco al respecto, me dice internet que no son peligrosas, pero que es mejor para la composta tener las lombrices rojas. Las larvas blancas están ahí porque mi composta está muy ácida y húmeda, tal vez he echado fruta con mucho jugo y no he puesto suficiente material seco (periódico, cartón, etc). No hace falta echar veneno como Mao. Sólo tengo que hacer que no se sientan a gusto. Si cambio el ecosistema, se van a ir. Pasan unos días de haberle hecho mantenimiento a la composta, y las larvas son muchas menos. Pronto espero ver lombrices.
Cris Aguilera Ochoa vive en Ciudad de México y es comunicadora.
Textos consultados:
China’s Great Leap Forward. Association for Asian Studies. (2023, June 16). https://www.asianstudies.org/publications/eaa/archives/chinas-great-leap-forward/
Encyclopædia Britannica, inc. (2023, September 29). Great Leap Forward. Encyclopædia Britannica. https://www.britannica.com/money/topic/Great-Leap-Forward
The Great Leap Forward and the people’s communes—socialist ideals and ... (n.d.). https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.2753/CLG0009-4609290446
Li, L. M. (2007). 1. In Fighting famine in North China: State, market, and environmental decline, 1690s-1990s. essay, Stanford University Press.